Ultimamente los medios de comunicación están en el ojo del huracan. Los que deberían ser informadores de acontecimientos pasan a ser objeto de información. Y quizás no toda la culpa sea de quien pone en entredicho, de quien duda de lo que se publica. Nosotros, los comunicadores hemos contribuido en parte a ello. Hay muchos periodistas, que se dicen y autodenominan así mismos como tal, que se sienten protagonistas de las noticias que emiten, publican o crítican cuando deberían ser meros comunicadores de las informaciones. Hombres y mujeres con renombre, que son ejemplo para muchos de sus oyentes, lectores o televidentes, y que sientiendose tales, emplean el poder que les conceden sus propios medios para influir, y ¿por qué no? para confundirnos. Ellos que deberían saber diferenciar entre información y opinión mezclan ambas con una doble intención. En ocasiones me avergüenzo de los que en menos de un año serán mis compañeros de profesión. Se supone que la función del periodista es la de informar a la sociedad de los hechos ocurridos de un modo veraz. Esto no ocurre.
Gracias a este tipo de personas que dicen llamarse periodistas por el mero hecho de tener colgado un título en cualquiera de sus habitaciones debemos decir adios a la verdad y objetividad y dar la bienvenida a un mundo donde la mentira y los intereses están por encima de la información.
miércoles, 30 de abril de 2008
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